La psicología del comportamiento juega un papel fundamental en el mundo de las finanzas. Muchos inversores toman decisiones que no están basadas únicamente en cifras, análisis de mercado o fundamentos económicos, sino también en sesgos cognitivos y emociones. Uno de esos sesgos, conocido como el “efecto IKEA”, tiene implicaciones profundas y a menudo subestimadas en el contexto de la inversión en startups y proyectos en etapas tempranas.
El efecto IKEA es un fenómeno psicológico identificado por investigadores como Michael Norton, Daniel Mochon y Dan Ariely, quienes demostraron que las personas tienden a valorar más los productos que han ayudado a construir, incluso si el resultado no es perfecto. El nombre proviene de la conocida marca sueca de muebles, cuyos productos suelen requerir montaje por parte del cliente. Así, el esfuerzo invertido genera una mayor conexión emocional y una percepción inflada del valor real del objeto.
Ahora bien, ¿cómo se traduce este sesgo en el mundo de las inversiones? Cuando los inversores participan activamente en una startup —ya sea como fundadores, primeros aportantes, asesores o incluso evangelizadores del proyecto— pueden sobrevalorar el potencial de la empresa simplemente por el hecho de haber “construido algo” junto a otros. Este apego puede generar una distorsión en el juicio, dificultando la evaluación objetiva del riesgo, la rentabilidad o el momento adecuado para retirarse o diversificar.
En esta guía vamos a explorar en detalle qué es el efecto IKEA, cómo se manifiesta en las decisiones de inversión, sus ventajas y riesgos, y cómo aprender a identificarlo para tomar decisiones más racionales. Abordaremos también ejemplos reales en los que este sesgo ha influido en grandes éxitos, pero también en fracasos estrepitosos dentro del mundo de las startups.
¿Qué es el Efecto IKEA?
El efecto IKEA es un sesgo cognitivo por el cual las personas asignan un valor desproporcionadamente alto a productos o proyectos que han construido o desarrollado por sí mismas. No se trata únicamente de una preferencia emocional; este fenómeno ha sido verificado empíricamente en estudios académicos. Cuando un individuo participa activamente en el proceso de creación, tiende a sentirse más orgulloso del resultado, lo cual afecta su percepción de valor.
Un ejemplo clásico del experimento que dio origen al nombre se basó en participantes a quienes se les pidió armar muebles IKEA, mientras que a otros se les ofrecieron productos ya ensamblados. Quienes armaron los muebles por sí mismos los valoraron más, incluso si no estaban perfectamente armados. La implicación es clara: cuando invertimos tiempo, esfuerzo y energía en algo, lo consideramos más valioso, aunque objetivamente no lo sea.
En el mundo financiero, esto significa que los inversores que han estado involucrados emocional o activamente con una startup pueden llegar a sobrestimar su potencial o tolerar riesgos que no aceptarían en otras circunstancias. Este fenómeno puede derivar en decisiones subóptimas, como inyectar más capital en una empresa con baja viabilidad o resistirse a vender una participación cuando sería lo más sensato.
Relación entre el Efecto IKEA y la Inversión en Startups
La inversión en startups conlleva un componente emocional más alto que otros tipos de inversión más tradicionales. A diferencia de comprar acciones de una empresa que cotiza en bolsa, invertir en una startup puede implicar tener reuniones con los fundadores, sugerir mejoras, participar en rondas de asesoría o incluso ayudar a construir el producto mínimo viable (MVP).
Esta participación directa fortalece el vínculo del inversor con el proyecto. Como resultado, es más probable que el inversor aplique una lógica emocional basada en el esfuerzo invertido. Aquí es donde el efecto IKEA se activa. Aunque la empresa no esté alcanzando sus metas, o incluso si hay señales de alarma, el inversor puede continuar respaldándola o justificando sus decisiones pasadas, sin reconocer los riesgos reales.
En este contexto, el efecto IKEA se convierte en una forma de disonancia cognitiva: el inversor evita aceptar que su trabajo, tiempo o dinero fueron mal dirigidos, y opta por seguir “construyendo”, aunque las condiciones objetivas lo desaconsejen. Este sesgo no solo afecta a inversores minoristas, sino también a ángeles inversionistas, incubadoras y fondos de capital semilla.
Ventajas del Efecto IKEA en Inversiones
Aunque normalmente se considera un sesgo con consecuencias negativas, el efecto IKEA también puede tener aspectos positivos en el mundo de las startups. La involucración activa del inversor, motivada por este efecto, puede traducirse en:
- Mayor compromiso con el crecimiento del proyecto.
- Disponibilidad para asesorar y aportar experiencia en momentos críticos.
- Sentido de pertenencia que puede motivar acciones a largo plazo.
- Capacidad de evangelizar la startup frente a otros inversores o clientes.
Esto es especialmente relevante en las primeras etapas de desarrollo, cuando una startup necesita más que solo capital: requiere comunidad, validación y conexiones estratégicas. Si bien el sesgo puede distorsionar la valoración, también puede catalizar acciones que generen tracción en el mercado.
Riesgos del Efecto IKEA en la Evaluación de Startups
Sin embargo, es importante entender que el efecto IKEA también puede llevar a errores graves. Al invertir en startups, los datos y métricas suelen ser limitados, lo que abre aún más la puerta a decisiones basadas en percepción subjetiva. Entre los principales riesgos se encuentran:
- Subestimar los riesgos reales de mercado, competencia o escalabilidad.
- Negarse a reconocer el fracaso de una inversión por apego emocional.
- Reinvertir en rondas posteriores sin fundamentos financieros sólidos.
- Ignorar señales externas objetivas (como fuga de talento o falta de tracción).
Muchos inversores se encuentran atrapados en lo que se conoce como “sunk cost fallacy” (falacia del costo hundido), creyendo que deben seguir invirtiendo porque ya han puesto demasiado en juego, cuando lo más racional sería retirarse.
Ejemplos Reales de Efecto IKEA en Inversiones
A lo largo de la historia reciente, se han documentado casos en los que el efecto IKEA tuvo un rol en decisiones de inversión erróneas. Uno de los más conocidos es el de Theranos, la startup que prometía revolucionar los análisis de sangre. Inversores influyentes como Rupert Murdoch o los Walton (familia de Walmart) mantuvieron su apoyo a pesar de señales alarmantes. Muchos habían participado activamente en el desarrollo, lo que pudo haber reforzado su sesgo.
Otro ejemplo es el de Quibi, la plataforma de contenidos móviles que recaudó más de $1.7 mil millones. Aunque tuvo poco respaldo del mercado, sus fundadores y primeros inversores insistieron en su éxito debido al involucramiento directo. El resultado fue un fracaso estrepitoso en menos de un año.
Por el contrario, en casos como Airbnb o Uber, el efecto IKEA jugó a favor. Inversores tempranos que se sintieron parte del desarrollo impulsaron estrategias clave que ayudaron a las startups a adaptarse y crecer, incluso ante entornos adversos.
Cómo Identificar si estás Siendo Afectado por el Efecto IKEA
Reconocer este sesgo en uno mismo no siempre es sencillo, pero hay ciertas señales que pueden ayudarte:
- Te cuesta aceptar críticas hacia una startup en la que invertiste.
- Justificas decisiones con frases como “ya puse demasiado” o “no puedo dejarlo ahora”.
- Ignoras métricas objetivas porque “confías en el equipo”.
- Te sientes emocionalmente involucrado en cada avance del proyecto, incluso si es irrelevante.
Una práctica recomendada es realizar revisiones externas con terceros que no estén emocionalmente vinculados al proyecto, o incluso usar listas de verificación objetivas antes de reinvertir en una ronda.
Conclusión
El efecto IKEA es un sesgo cognitivo poderoso que puede distorsionar nuestra percepción del valor y del riesgo, especialmente en entornos donde el involucramiento personal es alto, como en la inversión en startups. Comprender cómo opera este fenómeno nos permite desarrollar herramientas de autoconciencia que fortalecen nuestras decisiones financieras.
No se trata de eliminar toda emoción del proceso de inversión —porque el entusiasmo también puede ser un motor importante—, sino de equilibrarlo con criterios objetivos. Cuestionar si estás valorando una startup por sus méritos reales o por tu participación en su creación es un ejercicio saludable que puede evitar pérdidas innecesarias.
El conocimiento de sesgos como este forma parte del crecimiento financiero personal. En un mundo donde los datos y la emoción compiten por nuestra atención, saber cuándo estamos proyectando más de lo que el activo vale puede marcar la diferencia entre un inversor apasionado y uno prudente.
Preguntas frecuentes
¿Qué es el efecto IKEA en pocas palabras?
Es un sesgo psicológico por el cual las personas valoran más aquello que han ayudado a construir o desarrollar, incluso si no es objetivamente mejor que otras opciones disponibles.
¿Cómo afecta el efecto IKEA a los inversores?
Hace que los inversores sobrevaloren startups en las que han participado activamente, dificultando la evaluación objetiva del riesgo y del rendimiento esperado.
¿Se puede evitar este sesgo al invertir?
No siempre se puede evitar por completo, pero sí se puede minimizar mediante análisis objetivo, asesoría externa y evaluaciones periódicas basadas en métricas reales.
¿El efecto IKEA siempre es negativo?
No necesariamente. Puede motivar mayor compromiso y participación activa en un proyecto, lo cual es beneficioso en etapas tempranas. El problema surge cuando distorsiona el juicio racional.