El escándalo de Greensill Capital expuso una de las mayores crisis financieras del ecosistema fintech global en la década de 2020. Esta empresa, que prometía revolucionar el financiamiento de cadenas de suministro, pasó de ser una estrella emergente en el sector financiero a colapsar de forma estrepitosa en marzo de 2021. En su apogeo, Greensill administraba más de 10.000 millones de dólares y contaba con el respaldo de inversionistas de peso como SoftBank. Su modelo, sin embargo, se basaba en prácticas opacas, riesgos no transparentados y una estructura extremadamente frágil que se desmoronó cuando los principales aseguradores y bancos socios decidieron retirarse.
El caso es emblemático por varias razones. En primer lugar, mostró los peligros del llamado “supply chain finance” (financiamiento de la cadena de suministro) cuando se utiliza con fines especulativos y sin controles regulatorios adecuados. En segundo lugar, implicó a figuras políticas, incluyendo al exprimer ministro británico David Cameron, que trabajó como lobista para la empresa. En tercer lugar, reveló cómo incluso grandes bancos como Credit Suisse pueden verse envueltos en operaciones riesgosas por falta de supervisión rigurosa.
Esta guía explora en profundidad el modelo de negocio de Greensill, cómo funcionaban sus operaciones, qué desencadenó su colapso, qué actores se vieron afectados y qué lecciones dejó este escándalo para los sistemas financieros modernos.
¿Qué era Greensill Capital y a qué se dedicaba?
Greensill Capital fue fundada por Lex Greensill, un exbanquero australiano que trabajó en Morgan Stanley y Citigroup antes de lanzar su propia firma en 2011. Su propuesta se centraba en ofrecer soluciones de financiamiento a empresas para que pudieran pagar a sus proveedores de manera anticipada mediante la técnica del supply chain finance o financiamiento de cuentas por pagar.
En términos simples, Greensill ofrecía pagarle a los proveedores de sus clientes de forma inmediata, a cambio de un descuento. Luego, la empresa cliente pagaba a Greensill en la fecha originalmente pactada. Esta forma de financiamiento no era nueva, pero Greensill intentó escalarla con ayuda de tecnología, titulización de facturas y la creación de fondos que colocaba a través de bancos como Credit Suisse.
El modelo fue presentado como una solución innovadora que ayudaba a mejorar la liquidez de las empresas sin que estas asumieran formalmente más deuda. Además, Greensill ofrecía contratos de seguros para respaldar el cobro futuro de las facturas. Esto, en apariencia, reducía el riesgo para los inversores. No obstante, muchas de estas facturas no correspondían a operaciones reales: eran facturas “futuras” por ventas aún no concretadas.
El auge: respaldo de inversores y expansión global
Durante años, Greensill creció rápidamente. SoftBank invirtió más de 1.500 millones de dólares a través de su Vision Fund. Grandes empresas en Europa y Asia utilizaron sus servicios. Incluso gobiernos y bancos participaron en el modelo, lo que reforzó su legitimidad ante el público y los mercados.
En 2020, la empresa llegó a manejar decenas de miles de millones en activos. Tenía oficinas en Reino Unido, Alemania y Australia, y era vista como una de las fintech más prometedoras del mundo. Lex Greensill fue condecorado por la Reina Isabel II y se convirtió en asesor financiero informal del gobierno británico.
Sin embargo, detrás del éxito aparente había serias debilidades estructurales. Muchas de las facturas que titulizaba no estaban respaldadas por transacciones reales. Además, se acumulaban riesgos en instrumentos complejos y fondos de inversión que ocultaban la exposición real de los inversores.
El vínculo con Credit Suisse y los fondos estructurados
Una de las piezas clave en el funcionamiento de Greensill fue su relación con Credit Suisse. El banco suizo ofrecía fondos de inversión estructurados que incluían activos provenientes de las operaciones de Greensill. Estos fondos eran vendidos a inversores como productos de bajo riesgo y con rentabilidad estable, gracias al respaldo de seguros.
La lógica era la siguiente: Greensill otorgaba financiamiento a empresas, convertía esas cuentas por cobrar en instrumentos financieros (facturas), los agrupaba y Credit Suisse los vendía como fondos. Las aseguradoras, como Tokio Marine, proporcionaban pólizas para cubrir el eventual impago de las empresas deudoras.
El sistema funcionaba mientras todo el engranaje se mantuviera en pie. Pero cuando las aseguradoras decidieron no renovar sus coberturas en 2021, Credit Suisse detuvo los fondos y los inversores intentaron retirar su dinero. Esto desencadenó una cadena de eventos que expuso el vacío real detrás del modelo.
El colapso: la caída acelerada de Greensill Capital
El 1 de marzo de 2021, Credit Suisse congeló los fondos vinculados a Greensill por más de 10.000 millones de dólares. Días después, Greensill se declaró en quiebra en Reino Unido y Australia. La insolvencia se volvió irreversible cuando se confirmó que muchas de las facturas que respaldaban sus operaciones eran ficticias o no verificables.
Una de las empresas más expuestas era GFG Alliance, propiedad del magnate Sanjeev Gupta, que había recibido financiamiento masivo de Greensill. La relación entre ambas compañías era tan estrecha que algunos analistas consideraban que Greensill era prácticamente un proveedor exclusivo de crédito para el grupo de Gupta.
La revelación de estas prácticas generó un escándalo internacional. Decenas de inversores institucionales, fondos de pensiones y bancos se vieron afectados. Credit Suisse enfrentó demandas, renuncias en su equipo ejecutivo y la pérdida de miles de millones de dólares en confianza y capital. La reputación de las fintech también quedó manchada, especialmente aquellas que operaban en zonas grises de regulación.
El rol de David Cameron y la dimensión política del caso
Uno de los aspectos más controversiales del escándalo fue la participación del exprimer ministro británico David Cameron como lobista de Greensill. Cameron, que había dejado el cargo en 2016, se unió a la empresa en 2018 y utilizó su red de contactos para intentar conseguir acceso preferencial a líneas de crédito gubernamentales durante la pandemia de COVID-19.
En 2020, Cameron envió mensajes a funcionarios del Tesoro británico solicitando apoyo financiero para Greensill. Aunque no se confirmaron delitos, su actuación generó un intenso debate sobre la ética en la relación entre exfuncionarios públicos y el sector privado. Como consecuencia, el Parlamento británico abrió una investigación y se plantearon nuevas normas de transparencia para evitar conflictos de interés.
Consecuencias legales y repercusiones globales
Desde el colapso de Greensill, múltiples investigaciones se han llevado a cabo en Reino Unido, Alemania, Australia y Suiza. Lex Greensill ha sido interrogado en varias ocasiones, aunque aún no ha sido acusado formalmente de fraude. Sin embargo, varios de sus socios enfrentan cargos por mala conducta financiera y violación de regulaciones bancarias.
Credit Suisse tuvo que reembolsar parcialmente a los inversores afectados, enfrentando una de las peores crisis reputacionales de su historia, que luego se agravaría con su propio colapso en 2023. El caso también motivó una revisión regulatoria sobre las fintechs que operan con productos financieros complejos fuera del sistema bancario tradicional.
Lecciones del caso Greensill para los mercados financieros
El caso Greensill Capital dejó varias lecciones clave para el sistema financiero moderno:
- Riesgo de innovación sin regulación: Las fintechs que manejan productos financieros deben estar sujetas a supervisión rigurosa, especialmente si operan con fondos institucionales.
- Importancia de la transparencia: Muchos inversores no entendían en qué estaban invirtiendo. La opacidad del modelo de Greensill permitió ocultar riesgos críticos.
- Dependencia de aseguradoras: La confianza en el sistema de garantías de Greensill se basaba en pólizas de seguro que no eran sostenibles a largo plazo.
- Gobernanza empresarial: La cercanía entre ejecutivos, políticos y clientes generó conflictos de interés no declarados y decisiones altamente riesgosas.
El caso también reafirmó la necesidad de que los bancos realicen una debida diligencia real, incluso cuando los productos provienen de empresas tecnológicas o innovadoras. La confianza en la “disrupción” no debe sustituir los controles tradicionales de riesgo.
Conclusión
Greensill Capital representa un ejemplo de cómo una empresa puede crecer de forma acelerada sobre una idea atractiva pero mal ejecutada. Su modelo de financiamiento de la cadena de suministro se deformó hasta convertirse en una herramienta de apalancamiento opaco y riesgo mal gestionado. El respaldo de grandes nombres e instituciones financieras no fue suficiente para evitar su colapso.
La historia de Greensill no es solo sobre una fintech fallida. Es una advertencia sobre cómo el entusiasmo por la innovación debe ir acompañado de responsabilidad, transparencia y supervisión. La línea entre creatividad financiera y fraude es delgada, y cuando se cruza, los costos son enormes.
En un contexto donde las tecnologías financieras continúan avanzando, el caso Greensill debería servir como recordatorio de que la regulación debe evolucionar a la par de la innovación. La confianza en los mercados no se construye con promesas, sino con sistemas robustos, datos verificables y conducta ética en cada nivel del negocio.
Preguntas frecuentes
¿Qué hacía Greensill Capital?
Ofrecía financiamiento a empresas mediante la técnica de supply chain finance, adelantando pagos a proveedores y titulizando esas facturas en productos financieros que vendía a inversores.
¿Por qué colapsó Greensill?
Porque muchas de sus operaciones estaban basadas en facturas ficticias o riesgos mal valorados. Cuando las aseguradoras se retiraron, los inversores perdieron la confianza y se desencadenó el colapso.
¿Qué rol tuvo Credit Suisse?
Credit Suisse ofrecía fondos estructurados con activos de Greensill. Cuando se descubrió que estaban expuestos a altos riesgos, el banco congeló los fondos, contribuyendo a la caída.
¿Lex Greensill fue condenado?
Hasta ahora, Lex Greensill no ha sido condenado, aunque enfrenta investigaciones en múltiples países. Varias figuras asociadas a la empresa sí han enfrentado cargos regulatorios.
¿Qué impacto tuvo este caso en el mundo financiero?
Generó mayor escrutinio sobre las fintechs, especialmente las que operan en áreas como el financiamiento de cuentas por cobrar. También impactó a bancos, aseguradoras y reguladores internacionales.