La economía feminista es una corriente crítica dentro del pensamiento económico que busca visibilizar, analizar y transformar las desigualdades estructurales de género presentes en los sistemas económicos actuales. Surgió como respuesta a las limitaciones del enfoque económico tradicional, que históricamente ha ignorado o minimizado el papel de las mujeres y del trabajo no remunerado en la generación de riqueza y bienestar. A diferencia de la economía ortodoxa, la economía feminista no solo se interesa por los mercados y la eficiencia, sino también por la equidad, la justicia social y el cuidado.
Desde su origen, esta visión propone una mirada más amplia del valor económico, incorporando aspectos como el trabajo doméstico, el cuidado, la reproducción social, las relaciones de poder y la distribución desigual del tiempo y los recursos entre géneros. No se trata únicamente de incluir a las mujeres en el análisis económico, sino de cuestionar las bases mismas sobre las que se construyen las políticas públicas, las prioridades del crecimiento económico y las métricas como el Producto Interno Bruto (PIB).
En esta guía exploraremos los principios clave de la economía feminista, sus críticas al paradigma dominante, las propuestas que plantea para una economía más justa e inclusiva, y los desafíos que enfrenta en su implementación. También veremos ejemplos prácticos de cómo esta perspectiva está influyendo en políticas públicas, investigaciones académicas y movimientos sociales en todo el mundo. El objetivo es comprender por qué la economía feminista es cada vez más relevante en el debate contemporáneo sobre el desarrollo y la sostenibilidad.
Orígenes y Fundamentos de la Economía Feminista
La economía feminista emergió en las décadas de 1970 y 1980, impulsada por académicas, activistas y economistas críticas del enfoque tradicional, mayormente masculino, que dominaba las universidades y los organismos internacionales. Si bien sus raíces están ligadas al movimiento feminista más amplio, su desarrollo fue teórico y metodológico, ofreciendo una nueva lente para analizar fenómenos económicos.
Uno de sus fundamentos principales es la crítica a la supuesta neutralidad del análisis económico convencional. La economía dominante se basa en modelos abstractos que toman al "hombre económico" (homo economicus) como agente racional, independiente y motivado únicamente por el interés individual. La economía feminista argumenta que este enfoque excluye las relaciones de dependencia, afecto, cuidado y trabajo no mercantil que también sostienen la vida económica.
Además, denuncia la invisibilización del trabajo reproductivo —como cocinar, limpiar, criar hijos o cuidar personas mayores—, que históricamente ha sido realizado por mujeres de forma no remunerada. Este trabajo, aunque esencial para el funcionamiento de la economía formal, rara vez se contabiliza en los indicadores macroeconómicos, lo que genera una subvaloración sistemática de las contribuciones femeninas.
Otro elemento central es el análisis interseccional: la economía feminista no ve el género de forma aislada, sino que lo cruza con otros ejes de desigualdad como clase, raza, etnia, edad o nacionalidad. De este modo, ofrece una visión más rica y compleja de cómo operan las desigualdades económicas.
Críticas al Modelo Económico Tradicional
La economía feminista formula una serie de críticas al modelo económico dominante, entre ellas:
- Reduccionismo mercantil: considera que la economía ortodoxa se centra excesivamente en los mercados formales y descuida otras formas de producción y distribución de bienes, como las tareas del hogar o la economía solidaria.
- Falsa objetividad: sostiene que los modelos económicos tradicionales reflejan valores patriarcales al definir qué se considera productivo y qué no.
- Invisibilización del cuidado: denuncia que el trabajo de cuidados, mayoritariamente realizado por mujeres, no se valora ni se remunera de forma justa.
- Políticas públicas sesgadas: afirma que muchas decisiones macroeconómicas (como los recortes en servicios sociales) afectan de forma desproporcionada a las mujeres y perpetúan su desigualdad.
Estas críticas no solo son teóricas, sino que tienen implicancias prácticas en la forma en que se diseñan las políticas fiscales, laborales, de salud o educación. La economía feminista exige una reorientación del pensamiento económico para poner en el centro la sostenibilidad de la vida y no solo la rentabilidad del capital.
Propuestas de la Economía Feminista
Lejos de ser solo una corriente crítica, la economía feminista también plantea alternativas y soluciones concretas. Entre sus propuestas más importantes se encuentran:
- Reconocimiento del trabajo no remunerado: medir y valorar el trabajo doméstico y de cuidados como parte del PIB y en las estadísticas oficiales.
- Redistribución del trabajo de cuidados: promover una distribución más equitativa entre hombres y mujeres, e incorporar al Estado y al mercado como corresponsables.
- Reforma fiscal con perspectiva de género: diseñar sistemas tributarios que no penalicen a las mujeres ni a los hogares monoparentales.
- Inversión en servicios públicos: fortalecer la educación, salud y cuidado infantil como pilares para garantizar igualdad de oportunidades.
- Políticas laborales inclusivas: asegurar igualdad salarial, licencias parentales compartidas, horarios flexibles y protección a trabajadoras informales.
- Indicadores alternativos al PIB: desarrollar métricas que incluyan el bienestar, el tiempo libre, la sostenibilidad ecológica y la equidad.
Estas propuestas apuntan a construir una economía más humana, inclusiva y centrada en las personas. Implican un cambio de paradigma que no solo beneficia a las mujeres, sino que mejora la calidad de vida de toda la sociedad.
Ejemplos y Aplicaciones en Políticas Públicas
La economía feminista ha influido en diversas políticas públicas y planes de gobierno en distintas partes del mundo. Algunos ejemplos incluyen:
- Presupuestos con enfoque de género: aplicados en países como España, México y Sudáfrica para asignar recursos considerando el impacto diferenciado en mujeres y hombres.
- Sistemas nacionales de cuidados: como el impulsado en Uruguay, que reconoce el cuidado como derecho y responsabilidad colectiva.
- Estadísticas de uso del tiempo: promovidas por organismos como la CEPAL y el INEGI de México para medir cuánto tiempo dedican hombres y mujeres a tareas no remuneradas.
- Normativas de igualdad salarial: implementadas en Islandia, donde las empresas deben demostrar que no hay brechas salariales injustificadas.
Además, organizaciones como ONU Mujeres, Oxfam y el PNUD han adoptado cada vez más este enfoque en sus informes y recomendaciones para combatir la pobreza y la desigualdad de forma más efectiva.
Desafíos y Críticas Internas
Pese a sus avances, la economía feminista enfrenta varios desafíos:
- Falta de visibilidad: aún es marginal en los programas de estudio de economía y en organismos de toma de decisiones.
- Resistencia ideológica: sectores conservadores o economicistas rechazan sus postulados por considerarlos “ideológicos” o “no científicos”.
- Dificultades de medición: incluir el trabajo no remunerado y el valor del cuidado plantea desafíos técnicos para las estadísticas oficiales.
- Diferencias internas: existen corrientes diversas dentro del feminismo que no siempre coinciden en sus enfoques económicos.
No obstante, su capacidad para ofrecer una crítica integral al sistema económico, así como soluciones viables y con enfoque humano, la han posicionado como una corriente cada vez más influyente en el debate sobre el futuro del desarrollo económico.
Conclusión
La economía feminista representa mucho más que una inclusión de mujeres en las estadísticas. Es una propuesta transformadora que cuestiona los fundamentos del sistema económico actual y plantea una reorganización profunda de las prioridades colectivas. Al poner el cuidado, la vida y la equidad en el centro del análisis, desafía la idea de que el crecimiento económico debe ser el único objetivo de las políticas públicas.
Frente a un mundo marcado por crisis económicas, ambientales y sociales, la economía feminista ofrece un marco ético y práctico para pensar en un modelo de desarrollo más sostenible y justo. Reconoce que las relaciones económicas no se reducen a intercambios monetarios, sino que están atravesadas por relaciones de poder, desigualdad y cooperación.
Incorporar esta perspectiva implica reconocer el valor de trabajos históricamente invisibilizados, promover una distribución más equitativa de los recursos y redefinir el éxito económico no por la acumulación de capital, sino por el bienestar de las personas. Si bien todavía enfrenta resistencias, su avance en políticas públicas, investigaciones académicas y movimientos sociales demuestra que la economía feminista llegó para quedarse.
Preguntas Frecuentes
¿La economía feminista es solo para mujeres?
No. Aunque pone énfasis en las desigualdades de género, su enfoque busca mejorar la vida de todas las personas al cuestionar un sistema que excluye o precariza a grandes sectores sociales.
¿Qué relación tiene con el feminismo tradicional?
La economía feminista surge del feminismo, pero se centra específicamente en analizar y transformar las estructuras económicas que generan desigualdad de género.
¿Por qué dice que el PIB no es suficiente para medir la economía?
Porque el PIB ignora actividades no remuneradas como el cuidado, que son esenciales para sostener la vida y el funcionamiento económico. No mide ni el bienestar ni la equidad.
¿Se aplica este enfoque en algún país actualmente?
Sí. Muchos países están adoptando presupuestos con enfoque de género, sistemas de cuidados y políticas laborales basadas en los principios de la economía feminista.