Historia de los impuestos progresivos

Los impuestos progresivos han sido una herramienta fundamental en el diseño de los sistemas fiscales modernos. Su principio básico es simple: quienes más ganan, más deben contribuir proporcionalmente al sostenimiento del Estado. Pero detrás de esta lógica aparentemente evidente, existe una historia compleja, llena de debates ideológicos, luchas sociales, transformaciones económicas y reformas fiscales profundas.

Desde los primeros experimentos en Europa durante los siglos XVIII y XIX, hasta su consolidación en el siglo XX como mecanismo de redistribución del ingreso, los impuestos progresivos han evolucionado al compás de las necesidades de los Estados y de las demandas de las sociedades. En contextos de guerra, crisis económica o expansión del Estado de bienestar, la progresividad fiscal ha sido vista como una forma de justicia tributaria. Sin embargo, también ha enfrentado críticas por parte de sectores que consideran que desincentiva la inversión o penaliza el éxito económico.

En esta guía exploraremos la historia de los impuestos progresivos desde sus orígenes filosóficos hasta sus aplicaciones prácticas. Veremos cómo surgieron, qué eventos marcaron su adopción en distintos países, qué tipo de resistencias enfrentaron y cómo se aplican hoy. También analizaremos su impacto sobre la desigualdad, el desarrollo social y la financiación de los bienes públicos. Comprender este recorrido es esencial para entender por qué la progresividad sigue siendo un tema central en la discusión tributaria global.

Orígenes filosóficos y morales

La idea de que los impuestos deben guardar relación con la capacidad de pago tiene raíces profundas en la filosofía política. Ya en la antigüedad, pensadores como Aristóteles y Platón mencionaban que los ciudadanos más ricos debían contribuir más al sostenimiento de la polis. Sin embargo, estos conceptos no se tradujeron en sistemas fiscales progresivos institucionalizados.

Fue durante la Ilustración, en el siglo XVIII, cuando la noción de equidad fiscal comenzó a tomar forma con mayor claridad. Economistas como Adam Smith, en su obra La riqueza de las naciones (1776), plantearon principios que sentaron las bases del pensamiento tributario moderno. Smith sostenía que “los súbditos de cada Estado deben contribuir al sostenimiento del gobierno, en proporción a sus respectivas capacidades; es decir, en proporción a los ingresos que disfrutan bajo la protección del Estado”. Este principio, conocido como "equidad vertical", es el fundamento de los impuestos progresivos.

Sin embargo, durante los siglos XVIII y buena parte del XIX, la mayoría de los Estados financiaban sus gastos mediante impuestos indirectos y regresivos, como los aranceles, los impuestos al consumo o a productos específicos (por ejemplo, sal, tabaco o alcohol). Estos recaían desproporcionadamente sobre los sectores de menores ingresos. La progresividad era aún una aspiración teórica, no una realidad institucional.

Primeras implementaciones: siglo XIX

La primera experiencia formal de un impuesto progresivo se dio en Gran Bretaña en 1799, cuando el primer ministro William Pitt el Joven introdujo el impuesto a la renta como medida extraordinaria para financiar las guerras contra Napoleón. El impuesto tenía una estructura progresiva, con alícuotas crecientes según el nivel de ingreso. Sin embargo, tras la derrota de Napoleón, el impuesto fue derogado en 1816, debido a la presión de las élites.

Durante el siglo XIX, varios países europeos comenzaron a experimentar con versiones moderadas de impuestos progresivos, especialmente en momentos de guerra o crisis. Alemania, Francia, Bélgica e Italia aplicaron formas de tributación directa, aunque muchas veces combinadas con sistemas regresivos que favorecían a las clases altas.

En Estados Unidos, el impuesto progresivo a la renta fue introducido brevemente durante la Guerra de Secesión (1861–1865), pero fue declarado inconstitucional en 1895. No sería hasta 1913, con la ratificación de la Enmienda XVI a la Constitución, que se consagró legalmente el impuesto progresivo federal sobre la renta, sentando un hito para la política fiscal moderna.

Consolidación en el siglo XX

El siglo XX fue el período de consolidación del impuesto progresivo como instrumento central en los sistemas tributarios de los países desarrollados. La Primera Guerra Mundial obligó a los Estados a ampliar su base fiscal y aumentar la carga tributaria sobre los sectores más adinerados. En este contexto, las alícuotas máximas del impuesto a la renta alcanzaron niveles históricos: en Reino Unido superaron el 90% durante la guerra.

La Gran Depresión de 1929 reforzó la necesidad de utilizar el sistema tributario para mitigar la desigualdad y sostener el gasto público. En Estados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt elevó significativamente las tasas para financiar el New Deal y redistribuir la riqueza. Las décadas posteriores, especialmente entre 1945 y 1970, fueron la “época dorada” del impuesto progresivo. En muchos países de Europa y América del Norte, las tasas marginales máximas se mantuvieron por encima del 70% para los ingresos más altos.

Este modelo permitió financiar el Estado de bienestar: salud pública, educación gratuita, pensiones, subsidios de desempleo y otras políticas sociales. La progresividad fiscal era vista como un pilar de justicia económica y cohesión social. No obstante, a partir de los años 80, este consenso comenzó a debilitarse con el auge del neoliberalismo.

Retroceso y críticas en la era neoliberal

Desde la década de 1980, con el ascenso de gobiernos conservadores como los de Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos, los impuestos progresivos comenzaron a ser cuestionados. La teoría económica dominante promovía la idea de que los altos impuestos desincentivaban la inversión, la innovación y el crecimiento.

En este nuevo paradigma, se redujeron las tasas marginales del impuesto a la renta, se promovieron impuestos planos (flat tax) en algunos países, y se trasladó la carga tributaria hacia el consumo (por ejemplo, con el aumento del IVA). La competencia fiscal entre países también contribuyó a una "carrera hacia el fondo", en la que los Estados bajaban impuestos para atraer inversiones o evitar la fuga de capitales.

Como consecuencia, la progresividad fiscal se redujo en muchas economías avanzadas. Esto coincidió con un aumento de la desigualdad en buena parte del mundo desarrollado. En América Latina, donde los sistemas fiscales ya eran limitadamente progresivos, este proceso fue aún más evidente.

Impuestos progresivos en América Latina

La región latinoamericana ha tenido históricamente sistemas tributarios regresivos, fuertemente basados en impuestos al consumo y con baja carga tributaria sobre los ingresos más altos y la riqueza. Aunque algunos países han intentado introducir esquemas progresivos, la evasión fiscal, la debilidad institucional y la influencia de grupos económicos han limitado su efectividad.

Durante las décadas recientes, se han implementado intentos de reforma para introducir o fortalecer impuestos progresivos, como gravámenes a la renta, a las ganancias de capital, o incluso impuestos al patrimonio. Sin embargo, los avances han sido desiguales y muchas veces revertidos.

En momentos de crisis —como la pandemia de COVID-19— se reavivó el debate sobre la necesidad de una tributación más progresiva para financiar la recuperación económica y reducir las brechas sociales. En este sentido, América Latina enfrenta el desafío de construir sistemas tributarios más equitativos y sostenibles.

Situación actual y debate contemporáneo

Hoy, la progresividad tributaria está en el centro de múltiples debates. Mientras algunos países avanzan hacia reformas que buscan una mayor justicia fiscal, otros siguen reduciendo impuestos a los sectores de mayores ingresos. Existen argumentos tanto a favor como en contra:

A favor de los impuestos progresivos:

  • Permiten redistribuir el ingreso y reducir la desigualdad.
  • Son más justos desde el punto de vista ético y moral.
  • Financian servicios públicos esenciales sin castigar el consumo básico.
  • Dan legitimidad al Estado al mostrar que todos contribuyen según su capacidad.

En contra de los impuestos progresivos (críticas comunes):

  • Desincentivan la inversión y el trabajo.
  • Fomentan la evasión y elusión fiscal.
  • Generan complejidad administrativa.
  • Pueden ahuyentar capitales en economías abiertas.

El futuro de los impuestos progresivos dependerá de factores como la presión ciudadana por mayor equidad, la cooperación internacional para evitar la evasión y la capacidad de los Estados para implementar políticas fiscales inteligentes y eficaces.

Conclusión

La historia de los impuestos progresivos es también la historia de las tensiones entre justicia y eficiencia, entre equidad y crecimiento, entre Estado y mercado. Desde sus orígenes como una idea ilustrada hasta su implementación como columna vertebral del Estado de bienestar, la progresividad fiscal ha sido un instrumento poderoso para moldear la distribución del ingreso en las sociedades modernas.

Lejos de ser un tema puramente técnico, los impuestos progresivos reflejan decisiones políticas y éticas sobre cómo se debe repartir la carga del financiamiento estatal. A lo largo de los siglos, han sido utilizados para responder a guerras, crisis, desigualdades crecientes y demandas ciudadanas por un Estado más justo.

En la actualidad, con niveles de desigualdad en aumento y desafíos globales como el cambio climático, las pandemias o la transición digital, los impuestos progresivos vuelven a cobrar protagonismo. Su eficacia y legitimidad dependerán de que sean diseñados con transparencia, aplicados con equidad, y acompañados por una narrativa clara sobre su propósito social.

 

 

 

Preguntas frecuentes

¿Qué es un impuesto progresivo?

Es aquel que cobra un porcentaje mayor a quienes tienen más ingresos o riqueza. A medida que aumenta la base imponible, también aumenta la alícuota aplicable.

¿Cuál fue el primer país en implementar un impuesto progresivo?

Reino Unido introdujo el primer impuesto progresivo a la renta en 1799, aunque fue eliminado en 1816. Estados Unidos lo implementó formalmente en 1913.

¿Qué diferencia hay entre impuestos progresivos y regresivos?

Los progresivos aumentan con la capacidad de pago del contribuyente; los regresivos afectan proporcionalmente más a quienes tienen menores ingresos, como los impuestos al consumo.

¿Siguen existiendo impuestos progresivos hoy en día?

Sí. La mayoría de los sistemas fiscales modernos incluyen impuestos progresivos sobre la renta, aunque su nivel de progresividad varía entre países.

Author Tomás Aguirre

Tomás Aguirre

Tomás Aguirre es un escritor financiero chileno, dedicado a la divulgación económica a través de artículos educativos sobre trading, inversiones y finanzas personales. Con un enfoque claro y didáctico, busca acercar el mundo de los mercados a lectores de habla hispana, brindándoles las herramientas necesarias para mejorar su conocimiento financiero y tomar decisiones más conscientes.